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Existen mujeres que odian el fútbol. Hay unas pocas que lo aman pero sin la pasión que palpita en el común de los hombres. Hay otras a las que les es tan indiferente que apenas han visto a los astros del momento en comerciales de máquinas de afeitar y otros enseres domésticos. Y hay mujeres que aman, adoran, a los futbolistas.
No al fútbol sino a los futbolistas, que quede bien en claro. Los aman, adoran, pero nunca (jamás de los jamases) idolatran. Porque lo que estas distinguidas damas persiguen es el bolsillo, billetera, tarjeta de crédito, cuenta bancaria, testamento, cual férreos defensores que no le quitan la vista al balón.
Top model, miss mundo, actriz, cantante o simple y entera belleza, estas chicas saben lo que quieren; aunque muchas veces la mirada de deseo tenga sentido inverso. Porque es bien sabido que más que el auto de lujo y la ropa de marca, el mejor adorno de todo pelotero es su compañía femenina.

Acaso el emblema de estos pares sea el de Sir David Beckham y la Reina Victoria (¿alguien recuerda su apellido a estas alturas?). Pero no es la única glamorosa ya que, como bien indica el blog Fashion Total, la lista es larga como limosina.
El matrimonio Shevchenko-Pazik une a un goleador de grandes ligas con una esbelta figura de las pasarelas. La pareja Buffon-Seredova está conformada por un golero mundialista y una modelo de talla, y medidas, mundiales. Y así sigue la interminable lista de conquistas que encandilan a ambos sexos (y a ese también).
Pero, ¿cuánto es amor y cuánto conveniencia en estos dúos? ¿Acaso son tan encantadores los futbolistas cuando escupen al césped y dan declaraciones monosilábicas? ¿Es el factor físico el condicionante y el pegamento inquebrantable de estas relaciones amorosas? ¿Puede ser verdad tanta belleza?

Por la misma situación han pasado el astro de astros Diego Armando Maradona, los brasileños Ronaldo y Romario; el alemán Oliver Kahn y el italiano Francesco Totti (y si creían que no había website dedicado a ellos se equivocan: Ver “Balones y tacones”), quienes ya saben lo que es perder algo más que un gol cantado.
Seguramente si la profesión de abogado fuera más mediática habría una lista de los leguleyos enriquecidos a causa de estas separaciones. Me pregunto si así es como habrán iniciado todos esos elegantísimos bufetes de abogados de estatuas de mármol en las salas de espera, sillones de cuero y mesas de caoba.

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