15 de enero de 2009

Viajes de escritorio: preparación

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ME INICIE EN EL PERIODISMO por un trastorno de la vocación y por una maniobra del destino. Más que buscar la verdad, en mis escritos he tratado de aproximarme a la realidad; ya sea urdiendo mentiras con demasiado maquillaje para delatarse como ficciones o tramando datos que conformen el tejido más objetivo que mis editores puedan exigir.

EL CASO ES QUE ni en uno ni otro territorio he sentido el placer de viajar hacia el país visitado por mis ojos, palpado por las suelas de mis zapatos. No soy un buen viajero, menos un turista aplicado en excursión. Ni siquiera un curioso exigente que averigua de qué está hecha su comida. Apenas un mal observador cuyas fijaciones se distorsionan con las ilusiones de sus sueños.

CADA HISTORIA es para mí un viaje en sí misma. Un viaje en el tren de la memoria que no precisa cruzar océanos para encontrar su destino. Un viaje cuyo destino es la propia historia cocinada —al momento y frente a mí— por los recuerdos de algún testigo privilegiado o por el andar abrupto de los acontecimientos. Una historia que yo he de intentar imitar en la limitada cocina de mi literatura.

LAS HISTORIAS que conformen este menú de vuelo se dividirán en crónicas, relatos y en instantáneas fotográficas que, acaso, contarán alguna vez con un platillo fuera de la carta, pero recomendado por el anodino chef; esperando que en cada uno de los viajes de escritorio realizados lleguen ustedes a percibir el aroma de un paisaje, una escena, un hecho, con la dosis exacta de asombro y verosimilitud.

SEAN USTEDES bienvenidos a este tour narrativo que carga con el exceso de equipaje de mis influencias literarias y con el presupuesto limitado de mi tiempo libre. Para ambas circunstancias, he tenido la sana precaución de incluir lecturas nada despreciables en la maleta y de permitirles compartir sus experiencias, ideas u opiniones en esta travesía. Siéntanse como en casa.

El Autor

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