22 de febrero de 2009

Colecciones

Fuente: clubdecoleccionistas.com


De algo estoy seguro: las colecciones no tienen valor. En diciembre del año pasado, un hombre pagó cien mil dólares por una guitarra destrozada de Kurt Cobain unida con cinta adhesiva. Según un portal de licores de España, la colección “Fine & Rare” es la más preciada del mundo, compuesta por whiskies que van de 1937 a 1975, y valorizada en medio millón de euros.

En el mundo hay coleccionistas de abanicos, hojas de afeitar, biblias, boletos, calculadoras, Coca Colas, dientes de tiburón, chicles, menús, jabones, manzanas, preservativos, sujeta corbatas, zapatos miniatura y todo lo que pueda imaginarse; con precios galácticos cuando de exclusividades y rarezas se trata.

Acaso los más promocionados son los de las artes, que suelen ir a las subastas para disputarse la próxima adquisición. También están los coleccionistas de piezas antiguas (no confundir con los anticuarios, que son los estudiosos de estas vejeces) quienes logran rescatar, a veces de la basura, pedazos de invalorable historia.

Los hay de vehículos último modelo, artefactos inútiles, fanáticos de un tema, recuerdos de la infancia y simples especuladores que creen que aquello que está entre sus manos en unos años más valdrá, no sé, quizá mil veces más. No se necesita ser millonario para ser un buen coleccionista pero, en éste último caso, sí un poco ambicioso.

Algo de ‘cachivachero’ y “pierde-el-tiempo” tienen los que cultivan el hábito de guardar aquello que el resto desecharía (no incluyamos en esta categoría a los que atesoran sus bienes por montón y por gusto) pero no sé bien si esta obsesión responde al simple hecho de guardar por guardar o a la aventura de encontrar.

Yo he conocido a coleccionistas más simples, de llaveros, postales y autógrafos que aprovechan el más sutil comentario sobre sus objetos adorados para soltarte la historia detrás de su insólita adquisición y la de su manía felizmente adquirida y cultivada con sacrificios de tiempo y dinero.

Foto del autor.
Sin darme cuenta empecé a formar un par de colecciones tan burdas que, según un portal de Internet, cuenta con clubes cuyos miembros pertenecen a distintos países del mundo. Colecciono sobres de azúcar (sacarinas, le dicen) y marcadores de libros. O creo coleccionarlos. Porque a mi acumulación de variedades le hace falta avidez.

Creo que todo empezó cuando una amiga me regaló un separador de libro de Chile, un país del que guardo un grato recuerdo pero del que me traje muy pocas cosas (entre las que no había un separador de libro, claro). Es de un material resistente (mezcla de papel y cobre), lo que me permitió usarlo y conservarlo por muchos años.

Luego, mi afición por la lectura me hizo comprar varios libros y recibir el nada despreciable obsequio del separador. Así fui aumentando una compilación de marcadores que me han sido útiles y que en lo posible trato de combinar según el autor y la procedencia del artículo. Hasta ahora llevo más de dos docenas sin contar las repeticiones.

Tengo separadores de librerías, cafés, casas de estudio, instituciones, empresas y misceláneos. No he sido un coleccionista minucioso y en muchos casos los he regalado, sin pensarlo dos veces, o perdido sin pensar una vez en el lugar donde pude haberlos dejado. El último de mi colección es uno de cuero traído de Cuzco.

Mi repertorio de sacarinas es todavía más casual y limitado. Comenzó con un café que preferí tomar sin azúcar. Por alguna razón me guardé el sobre de sacarosa y éste permaneció escondido por varios días en uno de los bolsillos de mi saco. No negaré que el paquetito de dulce contenido me pareció gracioso y bonito. Lo guardé sin motivo ni esperanza.

Foto del autor.
Actualmente tengo 23 sobres de azúcar de restaurantes, cafés, bares, aerolíneas y locales de comida rápida. Algunos son alargados y otros rectangulares. Los que más aprecio son el primero de ellos, “Valdez Light”, de extraña procedencia ecuatoriana, y el del Café Tortoni de Buenos Aires.

Debo decir que mis colecciones no me enorgullecen especialmente, rara vez comento de su existencia y si las conservo no me obsesiono por ellas (el otro día mi sobrina rompió un sobre y bañó de cristales de azúcar toda mi cama). ¿No requiere cierta devoción y aprecio la tarea del coleccionista?

Yo soy de los que prefieren coleccionar, si así lo podemos llamar, por el simple y banal hecho de ir sumando momentos, de experimentar. Experimentar una buena lectura, con un compañero que me guarde la página, o experimentar una charla de café con una compañía agradable.

Ahora quiero hacer partícipes a los lectores de este blog de mi tercera colección. Quiero coleccionar historias que pueda contar por escrito. Un muestrario de hechos, anécdotas, extravagancias, curiosidades y paradojas que sean el alimento para este espacio y que nutran mi deseo de seguir con el oficio prestado del cronista.

A quienes tengan algo interesante que contar (que no hayan contado en otro lado y del que no estén cansados de leer) pueden escribirme a jegwkit@hotmail.com. Tal vez después de un café (que incremente mi reserva de sacarinas) y una charla obtengamos juntos un nuevo integrante de mi reciente colección.

El autor

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola colecciono sobres de azúcar, al principio los coleccionaba por cientos o bien me regalaban o cambiaba pero no medecian nada. actualmente colecciono solo los sobres de cuando me tomo un café en una ciudad, un bar etc y despues me traen el recuerdo de haber visitado una ciudad o lugar. saludos

Javier García Wong Kit dijo...

Copio este correo de Gabriel Villendas, quien me escribe desde Zaragoza, España:

Muy interesante tu blog, te invito a visitar mis portales:

www.zaragoza-ciudad.com
coleccionistas

www.aragon-turismo.com
aldeas, ciudades, pueblos, villas

Colecciono sujeta-corbatas,los tengo desde 1900, con formas artísticas estilizadas, animales, coches, figuras, con piedras, etc.

Luego en los años 50, es más dentro de la publicidad y otra belleza de composición,
también con escudos, banderas, anagramas, logos de marcas, bebidas, militares, seguridad y cuerpos del estado, etc.

Agujas de corbatas con piedras de colores, creaciones, motivos, etc. Son en total más de 2,000.