20 de enero de 2009

Cusco 2009: Fiesta en ruinas (Segunda parte)


LA PRIMERA MAÑANA del 2009 luce despejada, aunque pronto caigan las primeras gotas aisladas de lluvia, las mismas que la tarde anterior se convirtieron repentinamente en un diluvio digno de mejor crónica. Igual que muchos, me levanto con los estragos de la resaca, pese a haber tomado mucho menos que la mayoría.

EN MIS ÚLTIMOS recuerdos veo una Plaza de Armas regada de lluvia y de botellas de cerveza. Veo el cielo resplandecer en colores por los fuegos artificiales que revientan como huevos estrellados. Veo mi ropa empapada, mis zapatos inundados, mi cabello como recién salido de la ducha.

PERO AL SALIR a la calle compruebo que todo está como si nada. Y si mis zapatos se secaron con la calefacción, Cusco parece barrida como por una mano divina. Segunda noticia de Cusco: aquí la limpieza municipal sí es eficiente, al punto de que muchos barrenderos comenzaron a recoger los desperdicios cuando aún habían turistas ebrios en la calle.

NO HACE MUCHO FRÍO, pero en las próximas horas debo reponerme y prepararme psicológicamente para iniciar los tours programados en todo paquete turístico: el Coricancha, Sacsayhuamán, Ollantaytambo, Valle Sagrado y, por supuesto, Machu Picchu. Caminatas que pueden restar el poco aire que son capaces de almacenar mis pulmones costeños.

ANTES, CLARO, yo y mi novia hacemos un viaje relámpago hacia “El Molino”, un mercadillo en el que encuentro una cámara que pueda sacarme del apuro de quedarme sin la famosa foto del Huayna Picchu a mis espaldas. Allí, una paisana de vestimentas típicas me explica los detalles técnicos del artefacto (pixeles, zoom, precio en dólares) antes de que me anime a llevarla.

EMPIEZO A CAER en la cuenta de lo que me dijo la guía turística: en Cusco no hay quien no viva del turismo. Y así como esta dama en polleras ha aprendido todo lo que hay que saber sobre las cámaras fotográficas digitales, en el Centro Histórico de la ciudad hay otras que han aprendido que su sola presencia vale oro para quienes quieren conservar su recuerdo en una imagen.

ASÍ, TRES PAISANAS que venden artesanías en la calle junto a su llama y un niño han descubierto que les resulta más rentable cobrar por hacerse una fotografía junto a los visitantes, que sacarle buen precio a sus pulseras de lana tejida. “Diez soles”, dice una de ellas con mirada determinante, “por la foto, somos tres”. Las pulseras a dos colores que venden apenas cuestan dos soles.

UN CUSQUEÑO vestido de Inca de pies a cabeza posa con la Piedra de los Doce Ángulos mientras varios muchachitos ofrecen llevarte a la que tiene trece y explicarte cómo es que una piedra puede llegar a ser tan célebre al punto de que se vendan rompecabezas con su pétrea imagen.

UNA CHICA casi adolescente me conduce al local donde prometen hacerte vivir la verdadera experiencia de tomar ayahuasca. En un segundo piso con la escalera más vertical que he subido en mi corta y horizontal vida, descubro en los labios de una cusqueña mística, pero vestida en perfecto sastre, que el ayahuasca no es lo que muchos te hacen creer.

NO ES UNA DROGA adictiva, no es una planta que hace milagros, no es un hechizo que cura enfermedades, me dice la guía. Simplemente, es una experiencia alucinógena y espiritual que puede llegar a costar 890 dólares. Para tomarla no debes haber consumido drogas, alcohol, café, chocolate ni carnes rojas en los últimos días. Y, de preferencia, no haber tenido sexo o haberse masturbado.

“NO HAY EN CUSCO quien no haya venido y se haya quedado a hacer negocios”, me dirá después una promotora turística mientras espero al guía de mi primera excursión. Su nombre es Willy, al igual que el de mi segundo guía, Willy Chay, como se hace llamar. Así descubro que muchos guías en Cusco se llaman Willy, lo cual resulta al menos confuso cuando empezamos la caminata y todos exclaman el mismo nombre a sus guías.

EN CUSCO te pueden lanzar de una catapulta por 59 dólares, te pueden ofrecer dormir en una habitación con oxígeno extra para el mal de altura por solo 1,550 dólares, o te pueden hacer navegar en un río caudaloso que atraviesa Machu Picchu, como se muestra en un afiche pegado en la puerta de un local de ecoturismo que quiere vender el canotaje aún a costa de la irrealidad.

CUSCO ES también eso: un gran mercado en donde todo se vende, hasta un recorrido en un tranvía con ruedas de auto. Aquí, el metro cuadrado de alquiler en una zona comercial puede llegar a costar mil dólares. Ya hay trasnacionales construyendo resorts y hoteles de hasta siete estrellas y restaurantes gourmet que pronto abrirán sus puertas. La octava maravilla.

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HACE UN PAR de años, la infraestructura hotelera que había en Cusco era insuficiente para recibir a la cantidad de extranjeros que llegaban en temporada alta; y hace ocho años la ciudad apenas y contaba con espacio suficiente, y las condiciones necesarias, para recibir a los que venían de otras partes del Perú. Tercera noticia de Cusco: cada vez son menos los turistas peruanos en comparación con los extranjeros.

AHORA CUSCO tiene todo lo indispensable y algo más. Los menús son bilingües, las paisanas balbucean muy bien el inglés, la ciudad cuenta con locutorios y los hoteles con señal inalámbrica para Internet. Aún así, no hay sensación que se compare, ni que se pueda describir, a la de ver ese templo-lugar-de-observación-palacio-de-descanso que es Machu Picchu.

HARÍA MAL en intentar describir esta ciudadela afincada en un rincón selvático cusqueño. Lo único que puedo garantizar es que hará que el viaje valga la pena. Aún cuando pierdas una cámara, aún cuando te agote la escalada, aún cuando pierdas otras excursiones, aún cuando viajes cuatro horas en tren. Machu Picchu vale cualquier gasto, cualquier sacrificio.

AQUÍ ARRIBA —o aquí abajo si lo miramos desde Cusco— comparto caminata con brasileñas maravilladas, colombianos extasiados y con peruanos que no terminan de creérselo. Los norteamericanos son los más atentos a las explicaciones, los que más preguntan. Quieren ver, tocar, sentir todo lo que puedan porque este viaje será imborrable.
DE REGRESO a la ciudad, ese regreso serpenteante por las colinas que hace el tren backpacker de PeruRail, vemos en el horizonte una fila de viñetas iluminadas que viajan disciplinadas en la oscuridad. Es el tren que va hacia Aguas Calientes con los turistas que pasarán la noche allí, esperando el amanecer para soñar despiertos con Machu Picchu.

ES SÁBADO en la noche y aún quedan muchos lugares que visitar. Los bares Kilómetro Cero, Perros, Cicciolina’s, el Bar Cusco, el Pepe Zeta, el Fallen Angel. Música jamaiquina, música electrónica, música sin nacionalidad. Las discotecas vuelven a llenarse y los bricheros se preparan para conquistar a los y las turistas que pretenden llevarse algo más que una artesanía de recuerdo.

“ENCUENTRA EL AMOR”, será pronto uno de los argumentos de las guías turísticas para visitar Cusco. Muchos se han quedado aquí por los negocios o por un romance más largo que un verano. Como un español que cada semana viaja a Cusco para ver a su esposa puneña. Repito, Cusco será pronto una gran agencia matrimonial.

Y SI A ESO se le suma que muchos extranjeros caen rendidos por la comida peruana, o que se prepara en el Perú, los cusqueños tienen asegurada su descendencia binacional. En Cusco los restaurantes son de todas, o casi todas, las nacionalidades. En una sola y breve cuadra se puede encontrar comida coreana, italiana, mexicana, árabe y, por supuesto, cusqueña.

HAY COMIDA vegetariana, comida japonesa, comida fusión y comida típica. Comida al paso y de cinco tenedores. Hay jugos de fruta, con todas las mezclas posibles, panaderías iguales a las miraflorinas, parrillas argentinas y nacionales. Y hay mate para la digestión; así como también jugo para los nervios, para los riñones, para bajar y subir de peso.

CUSCO NO TIENE pierde y no tiene fin. En una noche estás bailando en una discoteca y a la siguiente en la proyección de un cortometraje en el mismísimo Coricancha, donde pastan animales hechos con luces de navidad. Cusco no se acaba pero te agota. Y se pasa volando, por eso hay que cuidar los boletos de avión, hacer el check in con tiempo y encomendarse al dios Sol para que te acompañe.

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ES DOMINGO, mi último día en Cusco, y continúa lloviendo. Llueve desde la mañana, o quizá desde antes. Una llamada interrumpe mi sueño. Es de Lima, me dicen que están suspendiendo los vuelos de Cusco a Lima por mal tiempo. Mal tiempo. ¿Cómo definirán eso las aerolíneas considerando que ha llovido en los últimos cuatro días? ¿Todos estos días hubo mal tiempo?

CAMINO AL AEROPUERTO me confirman la noticia. Pero solo cuando entramos al Velasco Astete vemos su verdadera dimensión. Se han cancelado todos los vuelos de la mañana, no hay aviones en Cusco, los que debían venir de Lima no salieron por temor a esa curva peligrosa que deben hacer para aterrizar en esta ciudad histórica, en esta ciudad cosmopolita, en esta ciudad del amor, en esta ciudad lluvia.

HAY MÁS DE mil personas de todas las nacionalidades reclamando porque van a perder su conexión a otro país, una reunión de trabajo, uno o dos días de sus vidas verdaderas. Hay casos más dramáticos que otros. Dos chicas limeñas nos cuentan que deben dar una charla académica en Santiago de Chile. Un español dice que debe abordar un barco en Iquitos.

UN PAR DE argentinas lucen francamente desesperadas. Vamos por tierra a Arequipa y de ahí tomamos un avión. Vamos a Juliaca en bus y de ahí en un vuelo directo. Alquilamos una camioneta y la hacemos en 24 horas. Contratamos un vuelo charter por nuestra cuenta, solo necesitamos reunir a 20 locos más. Nos quedamos a esperar que reprogramen nuestro vuelo.

TODAS LAS opciones parecen bastante malas. “¡Queremos atención!, ¡queremos atención!”, empiezan a gritar en la cola de más de treinta metros que zigzaguea por los pasillos de aeropuerto y que no figura entre las atracciones turísticas de la ciudad. Después de seis horas peleando con el personal de LAN, logramos un vuelo para dentro de dos días. Hay otros que consiguieron para dentro de tres.

COMO EL MOTIVO de la cancelación es climático, la aerolínea no nos reconocerá ninguno de los gastos en estos días extra. No queda más que resignarse, total, estamos en Cusco y, sí, todavía hay mucho por visitar. Aunque la preocupación persiste, ¿y si continúa así el clima? ¿Nos reprogramarán para dentro de dos días más? ¿Habrá turistas que se quedaron para siempre en Cusco vencidos por el mal tiempo?

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LOS DÍAS siguientes me la paso completando mi boleto de lugares turísticos, caminando por la ciudad, la única forma de conocerla de verdad, y mirando el cielo que luce ambiguo. Por un lado celeste y por el otro grisáceo. Me la paso también encontrándome con los viajeros frustrados que, como yo, estuvieron reclamando furiosos apenas unos días atrás y que ahora lucen tan contentos.

ES MARTES, el verdadero último día, y los dioses del clima parecen estar a nuestro favor. Una virgen en andas recorre las calles junto a una orquesta con bailarines, danzarinas, animales peludos y varios fieles. En Cusco, antes de la explosión del turismo, estas fiestas eran las que más abundaban. “Ni yo misma me sé todas las fiestas que hay”, me dice una guía cusqueña.

APROVECHO PARA visitar un mercado y hacer las últimas compras de rigor. Vuelvo a mirar el cielo, apenas unas gotas salpicadas que caen sin que nadie se de cuenta. Salvo yo, que ya estoy paranoico. Cuando subo al taxi para irme de Cusco, finalmente, la lluvia arrecia sobre la luna parabrisas y vuelven los fantasmas. A mitad de camino empieza a granizar.

“¿GRANIZO?, ¿viste granizo?”, me dicen emocionados mis amigos de Lima cuando les cuento que pensé que no los vería más, que Cusco me había secuestrado. No es una experiencia grata, aunque sí muy emocionante. Los golpeteos en el techo hacían un ruido similar al de los granos de maíz reventando bajo la tapa de la olla cuando se hace pop corn casero. Pero son más agresivos.

EL TAXISTA me dice que ni hablar, él no baja de su auto, que baje yo que tengo poncho de plástico. Sus llantas patinan en cada frenada y cuando por fin llegamos al aeropuerto los trozos de hielo de atacan desde el suelo, rebotando en el asfalto encharcado. Corro hasta quedar bajo techo y así, mojado de las rodillas para abajo, pretendo despedirme de Cusco.

ESTAMOS DE suerte, no están cancelando los vuelos y con el correr de los minutos el clima mejora notoriamente. En la sala de embarque un brasileño en pantalones cortos hace tiempo conversando con las damas del servicio de llamadas a larga distancia. Lo ha pasado genial en Aguas Calientes, donde recibió el año y celebró su cumpleaños. La energía, la energía, repite aunque poco es lo que se le entiende.

EN LA BARRA del café, un europeo bebe de un trago y en tiempo récord una botella de cerveza. Más allá, la familia de mexicanos que estuvo con nosotros en la lucha por un cupo de vuelo está lista para abordar. El padre nos reconoce y nos saluda. Nos cuenta que harán conexión en Lima y de ahí se van a Santiago de Chile. Luego a Buenos Aires y de ahí a la Patagonia.

“LAS CHICAS perderán unos días de clase pero no les preocupa. Si al papá no le preocupa, menos a ellas”, dice él aliviado ya del mal rato que tuvo que pasar. En el avión, compruebo que hay muchos sitios vacíos. Al parecer el mal tiempo en realidad no era el único motivo, también estaba el buen tiempo. Buen tiempo para revender lugares.

EN UNA HORA estaremos de vuelta en Lima, con el clima y el cielo estables. No sé qué empezaré a contarles a mis amigos de este viaje. No sé si me quedaré con la imagen de la ciudad alborotada por las fiestas, o la de los cusqueños haciendo cola en la puerta del ICPNA para matricularse en un curso de inglés la primera semana del año.

AL LLEGAR a Lima debo quitarme un poco de ropa de encima. Días después encuentro una página de Internet que ofrece el servicio de acompañantes en Cusco. Hay fotos fantasma y números celulares. También la posibilidad de que nuevas chicas se sumen al staff de anfitrionas mediante un casting. Lo dicho, Cusco nunca se acaba, Cusco never ends.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial!!!¿Dónde hay que apuntarse?? Saludos a tu novia desde España

Anónimo dijo...

hola soy heidy quiero viajar a cusco para el 12 de frebrero . quiesiera que me orientes para ir segura porque voy a ir sola
cualquier informacion enaviamela a mi correo porfavor heidygs@hotmail.com

Anónimo dijo...

es tan grato leer tu blog y sentirme indentificada con las experiencias, pues yo también las vivi 2 años nuevos consecutivos.....y estar en Cusco en estas fechas es particularmente increíble.....aunque el clima no es muy propicio en diciembre.....
todos los lugares que mencionas son clásicos y puntos obligatorios para cualquier visitante..aunque te faltó recomendar al ayllu un lugar donde puedes tomar un chocolate caliente exquisito y escuchar música clásica.....
en serio tu blog motiva muchoo...ya quisiera ir de nuevo...es una adicción.es magia....es Cusco

Anónimo dijo...

Muy bien pibe, gracias por compartir tus experiencias; muy bien narradas.